La revisión que salvó a Josefa

H. L.M.
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La ciudadrealeña Josefa Pastrana es una de las 1.250 mujeres de la provincia que vive gracias a que se le detectó a tiempo un cáncer. En un verano pasó de una mamografía a una mastectomía que le evitó un tumor que ya presentaba riesgo de metást

La revisión que salvó a Josefa - Foto: Rueda Villaverde

En el verano de hace dos años y en plenas vacaciones se le diagnosticó el cáncer de mama a Josefa Pastrana. Tenía 58 años y estaba a punto de cumplir los 59. Era el año 2016 y acudió a una revisión más dentro del programa de detección precoz de cáncer de mama, la séptima a la que iba tras ser llamada desde los 45, sin faltar a ninguna. Fue sin pensar que podía salir algo mal pero a los tres días de realizarse la mamografía le llamaron para indicarle que tenía que acudir de urgencia a realizarse una ecografía y a los tres meses había salvado la vida, ya que tenía un cáncer con alta posibilidad de metástasis en su pecho. Su vida es una muestra de que este cribado salva vidas y de que esos 50 cánceres al año, los 1.250 en los 25 años de existencia del programa, implican historias de vida y de mujeres que con un gesto mantienen intactas sus esperanzas. «Yo estoy viva gracias a ir, si yo ese día no voy a revisión, yo no sé cuando me hubiesen vuelto a citar pero no lo habría contado. Lo que a mí en año y medio se me había hecho si no hubiese ido habría tenido una metástasis general en todo mi cuerpo», señala como muestra de su experiencia. «Yo digo a la gente joven que se revise mucho porque cada día estamos más». Hay que tener en cuenta que ella es una de esas mujeres que ha crecido en conciencia sobre el cáncer de mama junto al programa y sus 25 años. De hecho fue al autobús, la primera vez que acudió a realizarse una mamografía en su pueblo, Fuente el Fresno.

Su médico de cabecera fue quien le llamó por teléfono tras aquella mamografía de verano y quien le dijo que tenían que hacerle nuevas pruebas y debía acudir a la unidad de mama del Hospital general Universitario de Ciudad Real. «Tú tranquila, me dijo», recuerda Pastrana, quien a su vez comentaba a su marido: «algo me han visto» justo antes de irse de vacaciones. A la semana siguiente acudió a esa consulta de mama donde le hicieron una nueva mamografía, luego una ecografía y fue en ese momento cuando le dijeron que tenía un cáncer de mama. «Me habían visto cada dos años pero no habían visto nada de nada», recuerda Pastrana, quien padecía molestias en un brazo pero que achacaba a una operación y a su trabajo, como auxiliar de Enfermería en la Unidad de Cirugía Ambulatoria del propio hospital. «Yo lo achacaba todo al trabajo», indica esta paciente. La cirujana fue la que le informó de que tenía un tumor y que «le había afectado mucho a los ganglios» pero que no sabían lo que de verdad tenía «hasta que no le operasen».

Esa fue la primera de las cirugías, de un tumor muy pequeño, de apenas unos centímetros aunque le había «afectado 28 ganglios» en la axila. Este es uno de los mayores problemas en un cáncer de mama por el riesgo de metástasis que conlleva. «Mi suerte fue que había ido a la revisión y los descubrieron porque los ganglios tenían un 95% de metástasis», argumenta, en este sentido. «Es decir el tumor era minúsculo pero me había afectado mucho», explica Pastrana, quien recuerda que de una mamografía a otra no llegaron a pasar dos años, por el orden alfabético le llamaron unos meses antes, pero ya se había reproducido de esa manera el cáncer.

La cirugía no es el final del cáncer sino su inicio, así que el 3 de septiembre de 2016 empezó la quimioterapia y se le cayó el pelo, señala, el mismo día de su cumpleaños, el 29 de septiembre. «Me iba de concierto a Madrid, a ver a Manuel Carrasco y fui a peinarme porque nos íbamos a Madrid y ahí se me cayó», apunta sobre uno de los momentos claves de la enfermedad y que ella se tomó con filosofía. «Me coloqué un gorrillo y una peluca que me había comprado en Madrid y fuimos».

la segunda operación. A los pocos días de aquel ciclo le llamaron de nuevo de la consulta de cirugía al analizar la muestra obtenida porque «los patólogos no estaban muy tranquilos». Era necesario realizar otro rapado. El temor a que quede alguna célula y más tras ver por su profesión como en ocasiones hay pacientes que no paran de pasar al cirujano por este tema le llevó a llamar a la cirujana y decirle que se iba «a hacer una mastectomía». En la decisión se unió este temor y el hecho de que el pecho estaba en malas condiciones. El día 9 de octubre se la hicieron de tal modo que en solo unos meses, esta ciudadrealeña pasó de tener una vida, en teoría libre de cáncer, a perder un pecho, y tener que pasar por su segundo ciclo de quimioterapia, que finalizó el 27 de febrero, y después por la radioterapia.

«Con 61 años me está afectando mucho el tratamiento preventivo», recuerda esta paciente, que ya luce su pelo, que mantiene su trabajo y que lleva para la entrevista un pañuelo de color rosa, tan característico de la asociación Amuma, a través de la que La Tribuna de Ciudad Real ha contactado con ella. Además mantiene la sonrisa, no la pierde aunque recuerde entre lágrimas su historia. En este sentido recuerda el apoyo de la cirujana cuando «le dio un abrazo» o cuando observa a los pacientes en el centro de día y piensa en los meses, en la quimioterapia. También su primera visita a Amuma, donde acudió en busca de un apoyo necesario más allá del positivismo del que hace gala.