Herrera encara el adiós de los etarras, su razón de ser

Pilar Muñoz
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De confinar a más de 380 presos de ETA ha pasado a tener media docena que espera su traslado a cárceles próximas del País Vasco

Imagen de archivo de un funcionario en uno de los pasillos de Herrera de La Mancha - Foto: Foto: Tomás Fernández

La prisión de Herrera de La Mancha encara el adiós de los ‘inquilinos’ que fueron su razón de ser. A día de hoy sólo quedan seis presos de ETA, frente a los más de 380 que llegó a confinar a primeros de los ochenta.  Herrera de La Mancha empezó a construirse a últimos de los 70 en medio de un páramo de la llanura manchega (a unos setenta kilómetros de Ciudad Real y 15 de Manzanares) para confinar a presos muy peligrosos y de ETA.

A mediados de los noventa comenzó la política de dispersión, luego empezó el acercamiento a las cárceles del País Vasco y de aquella abultada cifra de etarras sólo quedan seis que ni  han pedido perdón ni tienen intención de reparar el daño causado pese a los beneficios penitenciarios que les podría reportar. «No se han arrepentido y  no se les ha aplicado reducción de  pena», añaden a este diario fuentes penitenciarias tras confirmar que  actualmente cumplen condena en  la cárcel de Herrera de La Mancha seis etarras. Según las fuentes, se trata de Erostegi Bidaguren,  Joanes Larretxea Mendiola, Juan María Sampedro Blanco, Iñaki Armendariz Izaguirre, Faustino Marco Álvarez y Jhon López Gómez, quien sigue en Herrera de La Mancha pendiente de su traslado a la prisión de Daroca (Zaragoza).

Los seis «llevan años en prisión, tienen condenas de larga duración por atentados, por los crímenes cometidos», apuntan las fuentes.

Están clasificados en primer grado y hay unas normas de seguridad que marcan el régimen de vida en el que están. La media docena de  presos de ETA que quedan en Herrera esperan ser trasladados a prisiones próximas al País Vasco.

Mientras tanto siguen en el módulo 1 de Herrera de La Mancha, con los ‘talegueros’ muy a su pesar, en celdas individuales, con lavabo y aseo (las duchas son comunes) y televisor. Una vez a la semana pueden ir al gimnasio en horario diferente al resto de reclusos.

También disfrutan de cuatro de horas de patio al día fuera del horario de los presos comunes para que no coincidan con éstos. Circunstancia que no llevan mal, todo lo contrario porque no les gusta mezclarse con el resto de reclusos.

Del mismo modo, realizan en solitario las actividades que desarrollan dentro de las instalaciones penitenciarias porque «al estar clasificados en primer grado tienen unas condiciones de seguridad diferentes al resto de internos».

Siempre tienen que ir dos funcionarios con cada uno de los presos de la banda terrorista y los cacheos son «más exhaustivos».

Al hilo de ello, las fuentes indican que los presos de ETA reciben visitas igual que los demás presos, pero dentro del reglamento establecido en su su régimen de vida. Pueden recibir una visita de carácter íntimo al mes y una semanal a través del cristal, por locutorio.

Casi todos se han matriculado en la UNED (Universidad Nacional a Distancia) y acaban la licenciatura. «Suelen estudiar Derecho, Sociología, Psicología ...», apuntan las fuentes, quienes añaden que cursar una carretera no les aporta beneficio alguno, ya que «al no arrepentirse, no se han redimido y no se les aplica la reducción de penas».

A partir de ahora, deberán adoptar otros tipos de medidas las autoridades, añaden las fuentes.

De un tiempo a esta parte, los presos de la banda terrorista «no son conflictivos con el funcionario. Con el resto de reclusos clasificados en primer grado hay más incidentes que con los presos de ETA», especifican desde la prisión de Herrera de La Mancha.

Los primeros en salir. Ander Errandonea Arruti fue el primer preso de la banda terrorista ETA excarcelado en abril de 2011 después de 18 años de que salieran otros. Errandonea, natural de Oiartzun (Guipúzcoa), entró en prisión con 23 años y salió con 48.

El mismo mes y año el etarra José Marí Sagardui celebró con Moët Chandon su libertad en un hostal de la A-4, en Santa Cruz de Mudela, una hora después de dejar la cárcel de Jaén donde pasó 31 años purgando sus crímenes. Celebró su puesta en libertad en la  provincia de Ciudad Real, a unos 50 kilómetros de Herrera de La Mancha donde en ese momento  había 19 presos de la banda terrorista.

La doctrina Parot acabó abriendo la puerta a otros etarras. Ocurrió el otoño de 2013.