No dudo de la buena intención del Gobierno, sí de su acierto

Javier D. Bazaga (SPC)
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Entrevista al periodista Miguel Ángel Aguilar

«Cosas del ambiente». Con esta sencilla fórmula explica este licenciado en Ciencias Físicas y aspirante a astrónomo cómo se convirtió en uno de los periodistas más influyentes del pasado siglo XX. Ya en la universidad, a la que define como «banco de pruebas de la política», se descubrió «activo y comprometido» con los acontecimientos que marcaban la actualidad, aunque nunca militante ni afiliado a ningún partido. Y es que Miguel Ángel Aguilar (Madrid, 1943) se tiene por «moderado». «Fue mi activa participación en las luchas estudiantiles contra el régimen la que pudo habilitar la pista de despegue y encender las pasiones que me llevaron a la deserción porque no solo de ciencia vive el universitario», agrega.

Aquel cambio en el destino de su vida (su bisabuelo, su abuelo y su tío, que le apadrinó, fueron astrónomos) le sumió en el «tobogán confuso de la actualidad periodística» y le permitió acercarse a la primera línea de los acontecimientos que han marcado el rumbo de España y de Europa. «Siempre me ha gustado estar y ver con mis propios ojos lo que pasaba», asegura quien informó desde Lisboa de «las postrimerías del salazarismo y de la aurora de la revolución de los Claveles». Contempló desde las tapias de El Pardo las horas finales del franquismo, estuvo en El Aaiún durante la Marcha Verde, y se encontró en el Hemiciclo del Congreso de los Diputados un 23 de febrero de 1981 cuando un grupo de militares «desorganizados» entró al grito de «¡Quieto todo el mundo!».

De todo ello habla, con una perspectiva crítica no exenta de ironía, en su libro En silla de pista (Planeta), un «álbum de apuntes tomados del natural, en ocasiones como observador participante» porque, aunque siempre ha estado lejos de los puestos de poder, que alguno se le ha ofrecido, no ha dejado de estar cerca de los lugares donde se han tomado las grandes decisiones. «A la orilla de los acontecimientos».