Convivencia forzosa del botellón por la provincia

A. Criado
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El botellón continúa siendo un problema en muchas localidades de España y la provincia no es una excepción. Se trata de un fenómeno social arraigado entre los más jóvenes desde hace ya bastantes años con el que tienen que convivir los ayuntamientos

El botellón continúa siendo un problema para muchas localidades de España y la provincia de Ciudad Real no es una excepción. Se trata de un fenómeno social arraigado entre los más jóvenes desde hace ya bastantes años con el que conviven forzosamente los ayuntamientos, que ante la falta de medios suficientes, intentan aplicar políticas transversales para minimizar sus efectos entre los vecinos, especialmente en lo que a ruidos y limpieza se refiere. Hay municipios, como Socuéllamos, con una ordenanza que prohíbe la práctica del botellón, y otros, como Manzanares, que han endurecido recientemente su normativa en relación a esta problemática, otorgando mayor potestad a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado a la hora de intervenir las bebidas que se estén consumiendo en la calle. Pero la realidad es que cada fin de semana esta práctica se repite en estos y en otros muchos municipios de Ciudad Real. En La Solana, con problemas actualmente para cubrir las vacantes y ofrecer un servicio de Policía Local durante las 24 horas del día, aluden a la falta de personal para poder atajar este «problema social». Asumiendo la dificultad que entraña acabar de forma radical con este fenómeno, los distintos gobiernos municipales han dirigido sus esfuerzos, en primer lugar, a concentrar la práctica del botellón en un solo espacio y, a ser posible, fuera del casco urbano, en lugares donde el ruido no suponga una molestia para el resto de los vecinos. Recintos feriales y polígonos industriales son, por lo general, los puntos de encuentro de los jóvenes ciudadrealeños. Otro de los retos es intentar disuadir a los jóvenes del consumo de alcohol o, al menos, retrasar lo máximo posible la edad a la que comienzan a tomar bebidas alcohólicas. Muchos de los ayuntamientos consultados por este diario lo hacen a través de una programación variada de ocio alternativo durante los fines de semana, sobre todo durante el periodo estival. Además, en municipios como Miguelturra o Alcázar de San Juan, «de forma experimental y con buenos resultados en el barrio de La Pradera», han instaurado la figura del educador de calle. (Más información en la edición impresa)