Una campaña micológica "mediocre" a pesar de las lluvias

Ana Pobes
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Aunque los níscalos ya se ven en algunas zonas como Saceruela o Puebla de Don Rodrigo, las setas apenas hacen acto de presencia en la provincia de Ciudad Real. La campaña, no obstante, es mejor que la catastrófica de 2017

Aunque la lluvia ha hecho acto de presencia en las últimas semanas, de momento no es suficiente para salvar la campaña micológica. El sector confiaba en que las precipitaciones trajeran una buena campaña, pero de momento no es así. De hecho, expertos y aficionados a este mundo continúan calificando la temporada de este año de «mediocre, atípica y tardía» cuando se cumplen varias semanas de que diera comienzo en la provincia tras un año 2017 catastrófico, sin apenas producción. Ahora, en zonas como Saceruela y Puebla de Don Rodrigo los níscalos ya se han dejado ver, aunque entraña más dificultad contemplar aquellas ‘setas malas’, como se denominan en el sector las que no son comestibles y que se recogen para su estudio y análisis. Juan Antonio Campos es biólogo de la Universidad de Castilla-La Mancha y experto en el mundo de las setas que cada temporada recorre los recovecos más insólitos y ‘secretos’ de la provincia para contemplar setas que en la mayoría de las veces solo aparecen en los libros. Uno de esos lugares está cerca de Picón, donde otros años se ven decenas de especies diferentes. Este año, es todo lo contrario. Con su cesta de castaño, Juan Antonio se adentra en la sombría de las encinas. El terreno está húmedo, pero no lo suficiente para estimular la aparición de setas. Sin dejar de escudriñar cada centímetro de suelo, un cierto olor a anís le advierte que la clitocybe odora está cerca. Y así es. La coge cuidadosamente y la huele. Su olor característico hace que sea única, como también lo es otra de sus ‘compañeras’, la clitocybe gibba, ésta última, inodora y con una peculiar forma de embudo. Ninguna de ellas, insiste mientras camina, tiene valor culinario. No ocurre así con las macrolepiotas proceras. Con ellas se topa tras caminar varios pasos. Su gran tamaño llama la atención, pero también lo hace su cutícula (parte externa) con escamas aplanadas y oscuras, que irradian desde el centro, donde se sitúa un umbón oscuro. El tallo, comenta este biólogo de la UCLM, es muy fibroso, por lo que solo se come el sombrerillo. Tímidamente aparecen también los champiñones (blancos y con laminilla de tonalidad rosa que se transforma en un color más oscuro, tipo chocolate, en el proceso de maduración). Éste también comestible, comenta mientras los echa a la cesta. Recorre la zona despacio y observando con detenimiento cada rincón. ‘Escondidos’ entre los matorrales, los conocidos ‘pedo de lobo’. Con una ligera sonrisa, explica el nombre. «Se trata de una especie de masa que se llama así porque cuando está maduro le aparece un agujero que al pisarlo emite el ruido de una ventosidad». Durante el recorrido tampoco falta el tradicional corro de brujas, «formación típica que aparece cuando el micelio es circular y la seta aparece en el borde del micelio» o la micena pura, otro tipo de seta. En esta ocasión, la amanita cesárea (con la cutícula naranja) no se dejó ver. Pero puede que lo haga en los próximos días si llegan más lluvias y no hiela. Aunque todo dependerá del tiempo. «Algunos años las condiciones son buenas y no aparece, y otros lo hace con una profusión importante». Entre las más peligrosas, la amanita muscaria, tóxica y venenosa. Diferentes aspectos y toda una diversidad de setas que solo conocen expertos y aficionados como Campos, que lleva ya varios años estudiando el mundo de la micología. ¿Pero qué es importante saber al salir a recoger setas? Lo primero, estar seguros de que es la especie que conocemos, y ante la duda «no cogerla». Un solo despiste, lamenta, puede provocar la muerte o «un cuadro de intoxicación bastante agudo». Y tampoco olvidar el ‘instrumento’ necesario, una cesta y una pequeña navaja para cortar el tallo, pues «hay que tener presente que el micelio siempre vive en el suelo y si arrancamos la seta lo hacemos también con el micelio, por lo que tratamos de hacer el menor daño posible». (Más información en la edición impresa)