El ataque villacañero tenía un nombre propio: Capelo. El delantero, ex del Gimnástico de Alcázar antes de su desaparición, mostraba los dientes en cada acción ofensiva y se convertía en la gran pesadilla de la zaga local. Sergio tuvo que emplearse a fondo desde el principio hasta que en el 72 el atacante veía puerta con un tiro raso.